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¿Por qué NO hablamos de Suicidio?


Según datos de las Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud para el año 2017, en Argentina muren cada año más de 3200 personas a causa de suicidio, y otras 4000 en eventos de intencionalidad no determinada que también podrían ser suicidios. Estos datos ubican al suicidio entre la primera y la segunda causal externa de muerte, en el mismo orden de magnitud que los accidentes de tránsito. Sin embargo, los accidentes de tránsito ocupan con frecuencia las primeras planas de los diarios, en los medios se habla de ellos, la gente los comenta, enseñamos educación vial en las escuelas para prevenirlos y el Estado tiene presupuestos de controles vehiculares, mejoras en el señalamiento, mantenimiento de la red vial y publicidad para tratar de evitarlos. Está bien que así sea porque los accidentes de tránsito causan cada año más de 4300 muertes que podrían ser evitadas. La pregunta es: Si el suicidio se lleva tantas vidas como los accidentes de tránsito, ¿por qué de él no se habla? ¿Por qué casi no aparece en los diarios o en los canales de noticias? ¿Por qué no enseñamos a prevenirlo en las escuelas? ¿Por qué el Estado permanece indiferente frente a esta epidemia silenciosa y no se financian campañas de prevención?


Las agresiones son otra causal externa de muerte que tiene amplia cobertura mediática y despierta el interés social. Incluyen la inseguridad, la violencia callejera y la doméstica; también ocupa los titulares, es tema de discursos políticos y el estado emplea amplios presupuestos en fuerzas de seguridad, procedimientos judiciales e instituciones carcelarias para reducirla. Nuevamente, es bueno que así sea, todo lo que se haga parecerá poco porque las agresiones generan más de 1700 muertes cada año. Nos preguntamos, sin embargo, si por cada muerte por agresión externa hay al menos dos suicidios, ¿por qué no hablamos también del suicidio? ¿Por qué no se ve en los medios y casi no empleamos recursos del Estado para prevenirlo?


Preferimos pensar que los suicidios no ocurren o que si ocurren son cosas que les pasan a otros, siempre a otros; que es una cuestión de los enfermos mentales graves o de gente que tiene problemas realmente severos y visibles, que nada tiene que ver con nosotros ni con nuestros seres queridos. Desgraciadamente, cuando ocurre un suicidio (y recordemos que se produce uno cada tres horas en Argentina) los familiares y las personas más cercanas son las primeras en sorprenderse: “Nunca pensé que pudiera hacer algo así”, dicen. Por desgracia, el suicidio incide en todos los estratos sociales y culturales, y puede darse a cualquier edad, con o sin diagnóstico de enfermedad mental.


Dentro de la categoría estadística de agresiones también están incluidos los femicidios. No podemos más que felicitar a las organizaciones sociales que lograron visibilizar el tema de la violencia de género que durante tanto tiempo permaneció oculto. Es conmovedor ver como las personas apoyan la consigna “Ni una menos”, cómo los medios masivos de difusión acompañan este cambio cultural y hasta lograron que el estado invierta recursos específicos como la línea 144. Nuevamente, es bueno que esto suceda porque más de 300 mujeres siguen muriendo cada año víctimas de femicidios. Pero nos preguntamos: ¿Si por cada femicidio se producen al menos 10 suicidios, por qué la prédica de las organizaciones que difunden la prevención del suicidio no encuentran esa respuesta? ¿No tenemos derecho a reclamar también: “Ni una sola vida menos cegada por el suicidio”?


No bajamos los brazos. Sabemos que, aunque es lento, el cambio se está dando: más personas se animan a hablar del suicidio y a informarse sobre las pautas básicas de la prevención, más de 10.000 visitantes nuevos acceden cada mes a nuestro sitio web donde encuentran recursos para la prevención del suicidio, cada año más aspirantes se anotan en nuestro programa de voluntariado, muchos más adoptan el rol de preventores desde su vida cotidiana, más personas se anotan en nuestro Curso de Introducción a la Suicidología y más organizaciones sociales difunden las pautas para la prevención del suicidio.

Para que toda la trama social se convierta en una red de contención emocional aún falta mucho. Pero si el resultado de nuestro trabajo sirviera para que una sola persona con pensamientos suicidas encuentre el entusiasmo y la fuerza que necesita para seguir luchando por una vida mejor y más feliz, nuestro esfuerzo ya estaría suficientemente recompensado; y sabemos que ese momento mágico se está repitiendo miles de veces gracias a la tarea de los preventores y de todos los que ya se animan a hablar de suicidio.


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Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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