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La filosofía del diálogo en la asistencia al suicida


Martin Buber fue un filósofo judeo-austríaco de principios del siglo XX que aportó una visión del mundo y de las relaciones humanas, conocida como filosofía del diálogo, imprescindible para entender la sociedad individualista e impersonal que se estaba gestando, e ineludible en las tareas que implican enseñar, curar o asistir.


En su obra fundamental, Yo y tú, explica con claridad su visión: Construimos el mundo a partir de las relaciones que mantenemos, y hay solo dos tipos de relación: la relación yo-ello y la relación yo-tú.


La relación yo-ello es una relación utilitaria necesaria para la supervivencia. Típicamente nos relacionamos así con los objetos: comemos alimentos, abrimos una puerta o manejamos un automóvil. Obtenemos de los objetos lo que necesitamos: nutrición, paso o transporte. Reconocer a los objetos como diferentes de mí, me permite además reconocerme como individuo. Soy un individuo, diferente del resto desde la relación yo-ello, pero este tipo de relación no alcanza para reconocerme como persona.


La relación yo-tú es diferente, porque veo en el otro a alguien que a su vez me mira. Es la mirada del otro la que me define como persona. Mientras la relación yo-ello es unilateral, la relación yo-tú es bilateral y necesariamente implica diálogo. Así como la relación yo-ello es necesaria para satisfacer las necesidades materiales de la existencia, la relación yo-tú, que se da típicamente entre personas, satisface necesidades en otro plano.


Podría argumentarse que una persona puede relacionarse con otra por fines puramente utilitarios, sin advertir ni preocuparse por la mirada del otro. Cuando pago un peaje en una autopista o paso mercaderías por la caja del supermercado puedo pensar en el otro como en alguien que está allí para cumplir una función, un “ello”. Incluso en profesiones en las que se requiere trato personal como la del docente o el médico, el otro puede verse como el receptor de la enseñanza o del tratamiento y no como una persona. Este es el problema de nuestro tiempo, la relación yo-tú pierde protagonismo y con esta nuestra humanidad. Un individuo puede sobrevivir utilizando solamente la relación yo-ello, pero no llegaría a reconocerse persona. De ahí la importancia de la relación yo-tú en las relaciones de asistencia y muy especialmente al asistir a personas con ideación suicida.


Las personas que llegan a pensar en el suicidio, casi siempre y por diferentes motivos, van clausurando sus relaciones yo-tú; y al hacerlo, de algún modo, se privan de experimentar amor. El amor para Buber es un sentimiento diferente a los demás:


"A los sentimientos se los “tiene”; el amor es un hecho que “se produce”. Los sentimientos habitan en el hombre, pero el hombre habita en su amor. No hay en esto metáfora: es la realidad. El amor es un sentimiento que se adhiere al Yo de manera que el Tú sea su “contenido” u objeto; el amor está entre el Yo y el Tú. Quien no sepa esto, y no lo sepa con todo su ser, no conoce el amor, aunque atribuya al amor los sentimientos que experimenta, que siente, que goza y que expresa."

La relación yo-tú es necesaria para que el “fenómeno cósmico del amor” pueda producirse, y solo desde el amor podemos encontrarle sentido a la existencia, solo en el amor pueden gestarse las ganas de vivir.


De ahí que, para todo aquel que intente asistir a una persona en crisis o con ideación suicida, el primer paso debe ser siempre establecer la relación yo-tú; para ello debemos tomar conciencia de que el otro es un ser humano, y un ser humano que sufre: escuchar su historia, acompañar su sufrimiento, no ofender su sentir devaluando sus problemas o negando su dolor, no faltar el respeto a su dignidad diciéndole lo que tiene que hacer o culpándolo por su infortunio, tratarlo como nos gustaría a nosotros que nos traten en la peor circunstancia de nuestras vidas. Eso es el amor al que se refiere Buber, esa es la relación yo-tú que nos humaniza. Es también lo que intentamos desde nuestra Línea de Asistencia al Suicida.


Luego podremos orientar, aportar algún dato, una idea, una solución o tal vez nada de eso. No importa, lo que el otro más necesita es refugiarse en el amor, saciar su hambre y su sed de amor, contemplar al amor para volver al mundo con más fuerzas, o al menos, sabiendo para qué lucha.


El materialismo y la velocidad en que transcurre el mundo moderno pueden llevarnos a olvidarlo, pero solo desde la conexión directa con el otro, solo desde el amor, somos realmente humanos.

 

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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