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¿Cuál es el rostro del suicidio?

Actualizado: 5 jul 2020




Solemos imaginarnos que una persona con pensamientos suicida debe tener una expresión triste, mostrarse introvertida y mantener una postura corporal que denote abatimiento. Y puede ser que este estereotipo algunas veces refleje la realidad, pero pensar que siempre es así no solo es erróneo, también puede ser peligroso porque priva de la debida atención y la necesaria asistencia a muchas otras personas que también tienen sentimientos de desesperanza y albergan pensamientos suicidas pero no los manifiestan en la forma en que nosotros esperamos que lo hagan.


Recientemente, Infobae nos recordó la historia de Mónica Santa María, la conductora peruana del programa infantil Nubeluz que fue éxito en varios países al comienzo de los ‘90. Mónica fue elegida entre cientos de postulantes por su particular don para contagiar alegría. Todos la veían como una chica entusiasta, divertida y muy exitosa. Nada hacía suponer que debajo de esa apariencia festiva vivía una joven atormentada que no solo pensaba en el suicidio sino que finalmente lo llevó a cabo estando en la cima de su carrera profesional.


Lamentablemente, el caso de Mónica Santa María no es una excepción; en algún sentido podríamos decir que es la regla. Todas las personas con angustias profundas, fantasías de muerte o pensamientos suicidas intentan, con mayor o menor éxito, mostrar una fachada diferente. Sus familias, sus amigos y sus compañeros se lo exigen; ellos mismos pueden sentir vergüenza o pudor de mostrarse cómo se sienten.


Los versos que cantaba Mónica con entusiasmo bajo el son de una música pegadiza: “fuera la tristeza, que venga la alegría”, en apariencia inocentes y seguramente bien intencionados, esconden un mandato social que Mónica obedecía y reproducía; de algún modo todos lo hacemos. La angustia, las fantasías de muerte y los pensamientos suicidas no están bien vistos, por eso quienes los padecen tienden a ocultarlos. Esto es así en la mayoría de las interacciones sociales, a no ser que de algún modo se genere el ambiente de confianza, confidencialidad e intimidad que permita mostrarlos. Eso es lo que intentamos desde nuestra Línea de Asistencia al Suicida. Pero, ¿qué hacer cuando la persona afectada no pide ayuda y ni siquiera da señales que permitan entrever sus padecimientos?


Desde estas páginas insistimos en la necesidad de que más personas adoptemos una actitud abierta y de escucha en nuestra vida diaria para que una prevención del suicidio efectiva sea posible. Las máscaras no se sostienen en su lugar por siempre, en algún momento se corren y dejan entrever al ser que sufre debajo de la apariencia. De ahí en más, depende de qué tipo de vínculo se pueda establecer. Si la persona afectada por angustias profundas o pensamientos suicidas encuentra un ambiente receptivo y confidencial donde se pueda liberar del miedo a ser juzgada, el milagro podría ocurrir y una escena cotidiana se convertiría en el comienzo de una reconexión con el mundo, literalmente, en el principio de una nueva vida.


La realidad es que no sabemos, no podemos saber dónde se encuentran las personas que sufren. Por eso, para que el milagro de la asistencia sea posible, es necesario que nos mantengamos atentos y receptivos siempre, que adoptemos la escucha y la contención como actitud de vida. Entre más lo hagamos, menos personas habrá que se sientan excluidas del mundo y piensen en el suicidio; y muchos dramas ocultos como el de Mónica Santa María encontraran otro final.


Si usted también sufre por angustia profunda, tiene pensamientos suicidas o fantasías de muerte, no dude en llamar a nuestra Línea de Asistencia al Suicida.

 

Las opiniones vertidas en estas notas no necesariamente reflejan posturas oficiales del Centro de Asistencia al Suicida y se publican bajo exclusiva responsabilidad de sus autores.


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