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Orientación para adolescentes en la prevención del suicidio

Si sos adolescente y sufrís angustia profunda, fantasías de muerte o incluso pensaste en el suicidio, o si conocés a alguien que pudiera estar atravesando una situación de ese tipo, esta página contiene información que podría resultarte útil.

 

Lo primero que tenés que saber es que la angustia profunda, las fantasías de muerte y el pensamiento suicida son muy frecuentes en la adolescencia y que la gran mayoría de los chicos y las chicas lo superan sin que estos generen consecuencias y sin que ni siquiera lo recuerden como algo traumático en su vida adulta. No es casual la similitud entre los verbos “adolescer”, que significa crecer, y “adolecer” que significa padecer o sufrir. Los adolescentes son seres que crecen, en todo el sentido de la palabra, no solo crecen físicamente, sino que crecen en su fortaleza anímica, en experiencias y en recursos para afrontar situaciones difíciles o angustiantes; pero también son seres que sufren al enfrentar situaciones, pensamientos y emociones para los que aún no están del todo preparados.

 

Sin embargo, el hecho de que estos sentimientos sean frecuentes y que la gran mayoría los puedan superar naturalmente, no significa que no debemos preocuparnos. El sufrimiento durante esta etapa es real y presente. Además es innecesario porque, aunque crecer siempre implica cierto grado de sufrimiento, la mayor parte de este sufrimiento es evitable. Es falsa la idea de que sufrir forja adultos más fuertes, por el contrario, un padecimiento desmedido durante la adolescencia puede generar traumas, temores y angustias que perduran en la vida adulta; además del hecho de que no siempre los adolescentes sobreviven a esta etapa. De mantenerse las estimaciones del del Ministerio de Salud para el 2018, por cada 1.000 chicos y chicas que cumplieron los 15 en ese año, uno o dos morirán a causa de suicidio antes de cumplir 25 años. Más que los que morirán por accidentes de tránsito, por inseguridad o por cualquier otra causa.

 

El suicidio es la primera causa de muerte adolescente en Argentina y existe evidencia de que las situaciones traumáticas vividas en esta etapa aumentan el riesgo suicida durante la vida adulta. Por todo lo dicho, las situaciones angustiantes, las fantasías de muerte y los pensamientos suicidas de los adolescentes nos preocupan. Pero no se trata solo de preocuparse, hay muchos recursos que se pueden aplicar desde la prevención y desde la asistencia para evitar que la angustia adolescente se transforme en algo más grave y procurar que la adolescencia pueda ser evocada en la edad adulta como una etapa, tal vez conflictiva, pero feliz.

 

Los problemas que relatan los adolescentes como causantes de angustias profundas, fantasías de muerte o pensamientos suicidas son muchos y variados: A veces se trata de problemas de relación con sus padres, otros familiares, compañeros de clase o pares; son frecuentes también las situaciones de maltrato, violencia, abuso sexual y acoso escolar o bullying; enfermedades en curso como depresión, ansiedad, bulimia o anorexia entre otras; o problemas emocionales como baja autoestima, inseguridad, incapacidad para proyectarse en el futuro, disconformidad con su imagen corporal, con su carácter o con su capacidad para relacionarse, entre otras situaciones difíciles que los adolescentes tienen que transitar. Sin embargo, no todos los adolescentes reaccionan de igual modo frente a circunstancias muy parecidas. La ideación suicida siempre está relacionada con un desbalance entre los problemas que los adolescentes tienen que afrontar y los recursos que hayan podido adquirir para hacerlo. En un mundo ideal ningún adolescente debería enfrentarse a situaciones como las mencionadas, pero en el mundo real, muchas veces, no podemos evitar que esas cosas ocurran por lo que es imperativo dotarlos de suficientes recursos como para afrontarlas.

 

 

Un recurso es un aprendizaje, puede ser la solución de un problema, pero también una estrategia para lidiar con una determinada circunstancia o una manera diferente de ver las cosas. En todos los casos, disponer de más recursos mejora nuestro estado de ánimo, nos vuelve más optimistas y nos permite tomar mejores decisiones. Los recursos nos empoderan frente a las circunstancias y por eso es bueno incorporarlos. Aquí mencionaremos solo algunos que han sido útiles a otros adolescentes para lidiar con sus angustias profundas, fantasías de muerte o pensamientos suicidas, pero el más importante de todos es la capacidad de pedir ayuda hablando de lo que nos pasa con otras personas en las que podamos confiar. Hablar siempre ayuda y nos brinda la capacidad de incorporar nuevos recursos que se adapten mejor a nuestra propia circunstancia de vida.

 

Mirar la vida en perspectiva

 

Todos tenemos alguna idea general de cómo es y será nuestra propia vida. Esta imagen, que puede parecernos objetiva, está basada, sin embargo, en nuestra propia experiencia. No es la misma la idea de la vida que puede tener un niño, un adolescente, un adulto o un anciano. Las experiencias son diferentes y no podemos imaginar lo que no conocemos. Por eso, la visión de la propia vida de un adolescente está basada en lo vivido hasta ese momento, donde, necesariamente, la dependencia de sus padres o de otros adultos y su vulnerabilidad son mayores de lo que seguramente serán el resto de su vida. Los adolescentes que viven en ambientes conflictivos, con familias disfuncionales en las que las agresiones o incluso la violencia son moneda corriente, o que tienen problemas para relacionarse con pares que aún no incorporaron códigos de convivencia, por lo que suelen ser muy directos y a veces crueles, elaboraran una imagen de su futuro en base a esto.

 

Haciendo un ejercicio de reflexión, podemos ver que muchos de los problemas cotidianos de estos chicos y chicas están en directa relación con su entorno actual y con su escasa independencia para tomar sus propias decisiones y elegir a las personas con quienes quieren compartir sus vidas. Circunstancias estas que, cambiarán con el tiempo a medida que el adolescente se transforme en joven y luego en adulto. El mundo adulto suele ser mucho más reglado que el mundo adolescente. El adulto tiene más independencia para elegir con quien relacionarse y las personas adultas respetan más las normas de convivencia, esto no significa que no existan situaciones de maltrato, de abuso y de acoso, pero los adultos tienen más elementos para evitarlas o hacerle frente.

 

Esperar dos, cinco o diez años puede parecer una eternidad, pero el tiempo pasa y durante ese lapso se va ganando cada vez mayor autonomía. Mirar la vida en perspectiva y pensar que las circunstancias que atravesamos ahora no tienen que prolongarse toda la vida puede ayudarnos a transitar el presente con menos angustia y más paciencia, y a evitar en la medida de lo posible las circunstancias conflictivas.

Elaborar un proyecto de vida

 

El ingreso a la vida adulta suele ser dificultoso para muchos adolescentes. Las oportunidades de trabajo son escasas, los salarios bajos y las situaciones de discriminación por diferentes motivos abundan, y tampoco es fácil establecer relaciones de amistad profunda y confianza mutua. Todo esto hace que muchos se desalienten y prefieran no pensar en el futuro. Sin embargo, elaborar un proyecto de vida, más allá de que pueda hacerse realidad en mayor o menor grado, es necesario para no caer en el aburrimiento, el hastío, el desgano y la depresión. Se piensa en la adolescencia como una etapa para relajarse y disfrutar de la vida, pero es necesario proyectar un futuro para poder disfrutar del presente. En este sentido, el tiempo que se emplee en reflexionar sobre lo que cada uno quiere no es tiempo perdido, ni aun cuando ese porvenir imaginado parezca imposible ahora mismo.

Sería deseable que en esta proyección de un futuro imaginado no hubiera reglas, ni mandatos familiares, ni bloqueos impuestos. Que nos permitiéramos pensar, por una vez y sin restricciones qué es lo que realmente queremos: puede ser una familia con muchos hijos o una vida independiente y libre de ataduras, una profesión exitosa o una existencia bohemia dedicada al arte… Que nos demos el permiso para repensarlo y cambiar de idea todas las veces que sean necesarias y que no nos dejemos amedrentar por el “no puedo” o el “esto no es para mí”. La vida se encargará de ir adaptando nuestras expectativas a las reales circunstancias, pero también es cierto que todos los proyectos importantes se realizan por etapas y que el momento de comenzar es ahora mismo.

 

La siguiente pregunta es: ¿Cómo debo prepararme para ese futuro?; o bien, ¿qué pasos intermedios debo dar para ir en esa dirección? Con el tiempo aprenderemos que el verdadero disfrute no está en la meta sino en el camino, pero necesitamos una meta para comenzar a caminar y liberarnos de la angustia de no poder proyectar un futuro.

 

Aprender a valorarse, a aceptarse y a quererse

 

Muchos adolescentes reciben agresiones continuamente por parte de su entorno, ya sea de su familia o de sus compañeros. Vivimos en una sociedad discriminadora donde las diferencias y las individualidades son cuestionadas o ridiculizadas. Cualquier particularidad en el aspecto físico o en la personalidad de un adolescente puede ser usada por sus pares como motivo de burla y acoso. Los familiares pueden ser tanto o más crueles, a veces con la buena intención de provocar mejoras pero con modos ineficaces y brutales. Todo esto es parte de la realidad que le toca vivir a muchos adolescentes, pero el verdadero problema comienza cuando los adolescentes hacen propio ese discurso: se critican, se insultan, se desvalorizan y comienzan a pensar como quienes los agreden. Este camino nunca lleva a nada bueno, por eso es necesario detenerse y desandarlo.

 

Debemos entender que la opinión que tenemos de nosotros mismos tiene más que ver con lo que nos dijeron que con datos objetivos. Si observamos mejor, seguramente hay muchas cosas en las que somos buenos. El primer paso es valorarlas. Si hace tiempo que no recibimos un elogio, podemos comenzar con elogiarnos nosotros mismos, siempre hay motivos. Y aquello en nosotros que no nos gusta, necesitamos aceptarlo; lo cual no significa resignarse. Los adolescentes, son los dueños del tesoro invalorable de la juventud, son todo potencialidad, pueden hacer de sus vidas literalmente lo que quieran, pero para eso es necesario aceptar el punto de partida y proponerse un cambio. Si no me va bien en la escuela, si no consigo hacer amigos, si no me gusta mi imagen, casi todo se puede cambiar; y lo que no se puede cambiar se puede compensar de alguna manera, pero solo si lo aceptamos como nuestro, nos hacemos cargo y valoramos nuestros pequeños progresos.

El último paso, pero el más importante en este proceso de potenciar nuestra autoestima es aprender a quererse. Cuando queremos a alguien, nuestro amigo, nuestro hermano, nuestra pareja, no queremos de ellos solamente los aspectos que nos gustan. Los queremos como personas, los sentimos nuestros y por eso los defendemos. No nos gustaría que alguien los insultara o que hablara mal de ellos. ¿Por qué entonces nos insultamos y hablamos mal de nosotros mismos? Deberíamos, para empezar, cambiar nuestro discurso, no solo lo que decimos sino también lo que pensamos de nosotros mismos: valorar lo que nos gusta y aceptar aquello que no nos gusta. Luego, con el tiempo, lo que decimos y lo que pensamos de nosotros mismos se transforma en sentimiento, comenzamos a querernos, y este es el verdadero cambio.

Alejarse de las salidas fáciles, los excesos y las adicciones

 

La angustia puede ser de tal magnitud y producir tanto sufrimiento que el adolescente suele estar dispuesto a aceptar cualquier salida que le prometa aliviarla. El problema es que muchos de estos caminos producen solo alivios temporales y casi siempre a un costo muy alto que puede incluir el agravamiento del problema original o la necesidad de cada vez más para obtener cada vez menos alivio. Nunca se sabe hasta dónde nos llevan estos caminos. Es así como muchos chicos caen en el alcoholismo, desórdenes alimentarios, abuso de sustancias,  conductas excesivas como sexo sin cuidados ni protección, o riesgosas como conducir en forma temeraria. La experiencia demuestra que nada de esto sirve para solucionar los problemas de base, ni siquiera para producir un alivio duradero a la angustia, y que, por el contrario, suman un problema más y a largo plazo mayor angustia. Por eso, un buen consejo sería mantenerse alejado de estas conductas. Y, para quienes ya se sienten atrapados en ellas y no pueden salir por sus propios medios, buscar ayuda para hacerlo.

 

Evitar las autolesiones

 

Otra forma de evadirse del dolor emocional a la que suelen recurrir muchos adolescentes es producirse dolor físico lastimándose a sí mismos. Esta práctica suele incluir insultos, golpes y cortes en brazos, piernas u otras partes del cuerpo que pueden estar acompañados o no de fantasías suicidas. Demás está decir que tampoco estas conductas solucionan ningún problema de base ni generan un alivio duradero a la angustia, por lo que suelen generar, como en el caso de las adicciones, la necesidad de aumentar el daño físico para obtener cada vez menos alivio emocional.

De todos modos, es comprensible el grado de desesperación que lleva a muchos adolescentes a lastimarse a sí mismos por lo que, para aquellos que se sientan atrapados en este tipo de conductas compulsivas y no puedan evitarlas, es importante que se animen a buscar ayuda.

 

Cuidar el círculo de amigos

 

Los adolescentes expresan su angustia de diferentes maneras, algunos se encierran en sí mismos y se aíslan de sus amigos, otros se vuelven irascibles y generan conflictos o los agravan, se muestran excesivamente quejosos, se centran en sus problemas prestando poca o ninguna atención a lo que pasa a su alrededor, buscan desesperadamente que sus amigos escuchen sus problemas sin llegar nunca a sentirse comprendidos o se vuelven susceptibles y se ofenden fácilmente. Todas estas actitudes tienen como efecto común alejar al adolescente que está atravesando una situación angustiante de su grupo de amigos en el momento que más los necesita. Para evitar esto es bueno tomar consciencia de que nuestros amigos nos acompañan de diferentes maneras y en función de sus propias capacidades. Debemos ser tolerantes con ellos, más que de costumbre, porque los necesitamos y porque ellos nos necesitan. Nunca debemos esperar que nuestros amigos solucionen nuestros problemas. Su rol es acompañar en la manera en que sepan hacerlo, y eso, en sí mismo ya es una ayuda. Sea cual fuera el problema que nos produce angustia, seguramente será más fácil de sobrellevar si cuidamos nuestras amistades.

No responder al acoso o a las agresiones

 

El bullying o acoso escolar es uno de los problemas que con más frecuencia relatan, como su problema principal o como un agravante de otros problemas, los adolescentes con angustia profunda, fantasías de muerte o pensamientos suicidas. Entendemos que la causa de esto no está en el acosado sino un sistema que permite el acoso pero, como no podemos cambiar el sistema, resulta útil dotar a las víctimas de los recursos necesarios para defenderse. El estudio de este fenómeno muestra que los acosadores buscan víctimas que de algún modo respondan al acoso mostrándose irritadas, dolidas o angustiadas. En este sentido es importante todo el refuerzo que se pueda hacer en la autoestima de la víctima. Cuando el acosado se valora a sí mismo, se acepta y se quiere, estará preparado para ignorar la agresión, algunas veces tomándola como una broma y otras no tomando en cuenta al agresor. En casos más graves o cuando el acosado no logre manejar la situación, es importante saber que las autoridades escolares tienen que dar una respuesta evitando el acoso por lo que siempre queda el recurso de buscar un adulto en el que podamos confiar para denunciar la situación de acoso.

 

Otras veces, el acoso o agresión ocurre dentro del entorno familiar, pueden ser descalificaciones, agresiones verbales o insultos. La estrategia es la misma, no responder y tratar de evitarlos; en esto es importante recordar lo que se dijo en relación a mirar la vida en perspectiva y elaborar un proyecto de vida. Pero cuando las agresiones se convierten en violencia física reiterada o abuso sexual, es necesario buscar un adulto de confianza y denunciar la situación.

 

Buscar ayuda

 

No solo frente a las agresiones externas debemos buscar ayuda. Los adolescentes están expuestos a muchísimas situaciones que les pueden causar angustia profunda, fantasías de muerte o pensamientos suicidas. Hablar con alguien de confianza siempre ayuda. El simple hecho de sentirse escuchado ya sirve para aliviar la angustia, pero debemos cuidar que la persona a la que le confiamos nuestros problemas esté en condiciones de ayudarnos. Puede ser un amigo de confianza, los padres, un profesor o un religioso. Los menores de edad requieren autorización de sus padres para recibir ayuda profesional, si esto es posible, podría ser una buena opción. Y, por supuesto, también está disponible nuestra Línea de Asistencia al Suicida.

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